La escena era típica de aquel extraordinario ritual al que damos el nombre de fiesta. Por toda la sala el anfitrión recibía a sus invitados con expresiones usuales como: “Qué alegría que hayas venido!”, o “Las bebidas están allí; sírvanse a voluntad”, mientras que aquellos que participaban del “juego” asumían su bien practicado y seguro modo de observar, con la esperanza de ver, entre los presentes, a algún conocido. Pequeños grupos de personas conversando a veces con un entusiasmo forzado, se transformaban con frecuencia en “fortalezas inexpugnables”.... Pero todos se engranaban en su conversación, de modo de, deliberadamente dejar la impresión de estar aislados en relación a los restantes...
Perturbado por el número creciente de recién llegados, dejé el bar y me dirigí a las proximidades de una ventana, un poco alejada de toda aquella confusión, Allí vi a aquella chica examinando las flores, con un cuidado que parecía profesional. “Rosas!” dije queriendo parecer inteligente, pero con la conciencia de que nunca había sido muy bueno en lo que a flores se refiere. “Peonías”, respondió ella, “...por lo pronto... es lo que yo creo”. “Oh!, qué torpeza la mía (repliqué)... esta parece haber sido una primavera maravillosa para las flores!”.
“-Sí, maravillosa. Las primaveras son siempre buenas para las flores”.
Percibiendo que aquel asunto no nos llevaría muy lejos, ella intentó hablar sobre algo que prolongase nuestra conversación, e hizo entonces la primera pregunta que le pasó por la cabeza. “-Y tú, qué haces?”
“Oh!”, le dije, agradecido por la nueva alternativa; “soy un geógrafo”. Y en el mismo momento en que acababa de pronunciar aquellas palabras, ya podía prever que una explicación más larga y embarazosa vendría automáticamente.
"- Un geógrafo?"
"Ah... eh ... sí, un geógrafo" afirmé, intentando demostrar la serena y entusiasta confianza con que hablan de sus profesiones los médicos, ingenieros, pilotos, camioneros y hasta los botones.
" - Pero, ... qué hacen los geógrafos?"
Esto ya había ocurrido muchas veces... Aquel sentimiento frustrante que se manifiesta cuando uno, un geógrafo profesional se siente incapaz de explicar de forma simple y rápida lo que hace realmente. Una de las formas podría ser: “yo veo el mundo a partir de una perspectiva espacial”, o “en realidad soy un analista espacial”, lo que sin duda sería correcto..., hasta cierto punto. Sucede que tales explicaciones pueden no tener significado alguno para mucha gente. Otra forma común de respuesta es aquella que usa un abordaje directamente ligado a un ejemplo: “-Bien, en el momento estamos trabajando en un modelo de maximización de entropía, para evaluar los movimientos pendulares en las jornadas laborales en Bogotá”, o “Bueno, estamos usando un modelo de simulación computacional, en parte estocástico, en parte determinista para examinar un programa de desarrollo regional”. Y esos ejemplo estarían igualmente correctos..., hasta cierto punto. Esas palabras, que tienen un significado preciso para muchos miembros de la comunidad de los geógrafos, ciertamente no tendrán el menor sentido para la mayor parte de las personas, y terminarán por ser consideradas como una jerga particular, deliberadamente creada para confundir a los otros. Lo que podría también, ser verdadero..., hasta cierto punto.
Así ocurre frecuentemente que en una tentativa desesperada de construir un puente en la dirección del interlocutor y en la dirección de vocablos y conceptos más comunes, se termina por hacer la opción por una respuesta más simple, si bien incompleta: “Bien, en realidad, enseño Geografía”!!!
Y el interlocutor aliviado y hasta muchas veces con una sonrisa en los labios, viene con la pregunta inevitable: “Ah... verdad? ...Entonces cuál es la capital de Afganistán?”
La pregunta no tiene que ser necesariamente sobre Afganistán, puede ser hecha sobre las minas de carbón de Yorkshire, sobre el río más largo del mundo, el clima de la región de Perth (Australia), la población de la India, o los productos de exportación más importantes del Zaire; escasos serán quienes harán la pregunta, que sabrán al menos como pensar sobre el Zaire, además, es claro, de El Niño. Pues, no son los geógrafos quienes deben saber DÓNDE están las cosas y por qué ellas están allí?
Hasta aquí, con una cierta dosis de humor, el tipo de conversación que acabo de relatar refleja justamente el tipo de visión que la mayor parte de las personas tienen sobre lo que es la Geografía y sobre lo que los geógrafos hacen. Y en una cierta forma esta visión es correcta..., hasta cierto punto.
En verdad, nosotros, geógrafos, tenemos la responsabilidad de enseñar a los niños sobre el mundo en el cual están creciendo, del mismo modo que otros tienen la responsabilidad de enseñarles su lengua, la matemática y una visión de su herencia histórica y artística, entre otras cosas. Colocados en un mundo que ellos no ayudaron a construir, esos niños solo pueden comprenderlo (y actuar sobre él) en la medida que nosotros (adultos) podemos ayudarlos a través de la transferencia de nuestras visiones sobre las palabras, los números, la belleza, el tiempo y el espacio.
Y el espacio?. No aquel espacio sideral de la ficción científica que lentamente se va abriendo también a nuestros instrumentos, sino ese espacio de nuestra vida cotidiana e inmediata, o el Espacio Geográfico de nuestra pequeña casa planetaria.
Se habla cada vez más de nuestro mundo en transformación, del creciente impacto de las sociedades sobre el medio ambiente, de la influencia de una cultura sobre las culturas, de la interdependencia cada vez mayor de los pueblos y de la naciones. Se sabe que hoy, más que nunca, los eventos de una parte del mundo tienen un impacto directo e inmediato sobre otras. Pero muy pocos niños –y esto quiere decir también pocos adultos- poseen las más elementales informaciones sobre el escenario mundial visto en su conjunto, y mucho menos aún sobre los actores que producen un calidoscopio constantemente en movimiento de ciudades y poblados, vías y regiones, conflictos y formas de cooperación.
En el dominio físico, para tomar apenas un ejemplo, si El Niño, la corriente oceánica que se localiza a lo largo de Chile y Perú, cambia su curso normal, surgen problemas serios en la industria pesquera de los países vecinos, pero su efecto se extiende mucho más lejos, provocando posiblemente sequías en la alejada Australia.
Entonces en qué aporta que los medios de comunicación inunden nuestras casas con todas esas informaciones sobre el mundo físico y humano en que vivimos, si no conocemos, si no sabemos “representar” en nuestras mentes los grandes espacios continentales y oceánicos, los países, las regiones, los lugares?.
Sí, los geógrafos tienen esta responsabilidad de enseñar sobre los lugares, las regiones, los espacios, los ríos y montañas, las estructuras y conexiones, y todas las interrelaciones del mundo en el que vivimos. De otra forma, cómo podría ese mundo tener algún sentido, tener algún significado?
Pero como ya lo dije, esta tradicional –y aún vital- tarea de enseñanza elemental representa sólo una parte de un conjunto mucho mayor. Las otras partes se desarrollan actualmente en las universidades y en los establecimiento de investigación de muchos países, en firmar de consultoría y en las empresas, en las instituciones de planeamiento urbano, regional y nacional, y en las más diversas agencias gubernamentales y supranacionales como la Organización Mundial de la Salud y el Banco Mundial por ejemplo.
Una de las importantes características de los acontecimiento de los últimos treinta años fue la forma por la cual la pericia del conocimiento geográfico .la perspectiva espacial. Ha informado y aclarado problema tras problema, en un amplio espectro de preocupaciones humanas. Los geógrafos han hecho investigaciones fundamentales que van desde orientaciones para que personas con problemas de incapacidad física se puedan guiar en las complejas áreas urbanas; estudios de distribución espacial de las enfermedades, para que los cuidados médicos sean ofrecidos de la forma más adecuada; pasando por el planeamiento de nuevas regiones agrícolas, o por la evaluación de las cosechas a través de las imágenes satelitales, hasta llegar a las investigaciones que intentan contribuir con la solución de los problemas de redes urbanas desequilibradas o de periferias urbanas de percepción de las imágenes mentales que ayudarán a revolucionar campos como los de planeamiento urbano/regional y el del turismo.
Por ello escribí este libro. La próxima vez en que alguien me pregunte en una fiesta: “Oh!, tú eres un geógrafo? ...Eh ...eh... pero qué haces exactamente?...”, voy a responder: “-Estoy muy contento porque me hayas hecho esa pregunta. Acabo de escribir un libro sobre mi mismo ...acéptelo!”.
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martes, 9 de abril de 2013
GEOINFORMACIÓN
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